En la historia de la Iglesia se ha dado enormes confusiones y han estallado amargas discusiones por el mero hecho de no haberse dado cuenta de la intención fundamental de ciertos géneros y formas literarias. Se tomaron como noticias históricas textos bíblicos que pretendían simplemente predicar, anunciar el mensaje; o se tomaron como leyes textos del Nuevo Testamento que no era más que exhortaciones. Se vieron como historias reales narraciones noveladas. Se quiso tomar todo al pie de la letra, hasta los temas de carácter científico, costumbrista o cultural.
Siguiendo estas instrucciones, los estudiosos de la Biblia o exégetas modernos descubren en la Biblia todo un arsenal de géneros y formas literarios. Los siglos pasados no supieron ver la riqueza y el colorido de las formas literarias de la Biblia.
En realidad, cada libro tiene su género literario, y dentro de cada una suele haber diversas formas literarias. La exégesis moderna distingue en la Biblia el relato histórico, la saga, el mito, el cuento, la fábula, el sermón, la exhortación, la confesión de fe, la narración didáctica, la parábola, la sentencia profética, jurídica o sapiencial, el refrán, el discurso, la oración, el canto, etc. La lista podría alargarse y dividirse aún más. Solo daremos algunas normas generales y algunos ejemplos concretos de modo que nos puedan ayudar a familiarizarnos con el lenguaje bíblico.
En la Biblia, como en todo escrito, se habla a veces en lenguaje figurado, con sus metáforas, juegos de palabras y símbolos. Dice, por ejemplo, que la luna se avergüenza y que las estrellas se alegran; que Dios duerme y se levanta; que cubre al fiel con sus alas… Sería equivocado entenderlo como suena o imaginarse que el cielo tiene puertas con San Pedro de portero porque el Señor dijo que le daba sus llaves. Las figuras hay que tomarlas como figuras, y no como realidades tal como suenan.
En la Biblia hay a veces narraciones folklóricas, con sus típicas exageraciones y formas épicas populares, cuyo objeto es dar importancia a la figura de los héroes y las gestas del pueblo. Tales parecen ser la historia de Sansón (Jue 13), la de las pieles que Rebeca puso a Jacob (Gén 27) o la forma como se describen las plagas de Egipto (Ex 9). Esas formas son maneras de la narrativa popular, que se complace en dar colorido a los relatos y agradan las cosas para impresionar.
A veces en la Biblia hay cábalas, es decir, lecciones en números, cosa muy del gusto de los orientales, aunque para nosotros sea algo desconocido. Un ejemplo claro es el de la edad de los patriarcas. Con esas cifras tan altas no se quiere determinar un número concreto de años vividos, sino darnos una lección en números sobre la perfección de los patriarcas. No se pueden tomar como nos suenan a nosotros muchos números de la Biblia. Hay que buscar su sentido simbólico, ya que con frecuencia significan cualidad y no cantidad.
Siguiendo estas instrucciones, los estudiosos de la Biblia o exégetas modernos descubren en la Biblia todo un arsenal de géneros y formas literarios. Los siglos pasados no supieron ver la riqueza y el colorido de las formas literarias de la Biblia.
En realidad, cada libro tiene su género literario, y dentro de cada una suele haber diversas formas literarias. La exégesis moderna distingue en la Biblia el relato histórico, la saga, el mito, el cuento, la fábula, el sermón, la exhortación, la confesión de fe, la narración didáctica, la parábola, la sentencia profética, jurídica o sapiencial, el refrán, el discurso, la oración, el canto, etc. La lista podría alargarse y dividirse aún más. Solo daremos algunas normas generales y algunos ejemplos concretos de modo que nos puedan ayudar a familiarizarnos con el lenguaje bíblico.
En la Biblia, como en todo escrito, se habla a veces en lenguaje figurado, con sus metáforas, juegos de palabras y símbolos. Dice, por ejemplo, que la luna se avergüenza y que las estrellas se alegran; que Dios duerme y se levanta; que cubre al fiel con sus alas… Sería equivocado entenderlo como suena o imaginarse que el cielo tiene puertas con San Pedro de portero porque el Señor dijo que le daba sus llaves. Las figuras hay que tomarlas como figuras, y no como realidades tal como suenan.
En la Biblia hay a veces narraciones folklóricas, con sus típicas exageraciones y formas épicas populares, cuyo objeto es dar importancia a la figura de los héroes y las gestas del pueblo. Tales parecen ser la historia de Sansón (Jue 13), la de las pieles que Rebeca puso a Jacob (Gén 27) o la forma como se describen las plagas de Egipto (Ex 9). Esas formas son maneras de la narrativa popular, que se complace en dar colorido a los relatos y agradan las cosas para impresionar.
A veces en la Biblia hay cábalas, es decir, lecciones en números, cosa muy del gusto de los orientales, aunque para nosotros sea algo desconocido. Un ejemplo claro es el de la edad de los patriarcas. Con esas cifras tan altas no se quiere determinar un número concreto de años vividos, sino darnos una lección en números sobre la perfección de los patriarcas. No se pueden tomar como nos suenan a nosotros muchos números de la Biblia. Hay que buscar su sentido simbólico, ya que con frecuencia significan cualidad y no cantidad.
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