lunes, 20 de abril de 2009

Arca de la alianza


Según el libro del Éxodo, Yahvé se dirigió a Moisés para que construyera un receptáculo susceptible de albergar unas tablas de piedra, sobre las cuales el propio Dios escribió su testimonio, para beneficio del pueblo que años antes, invitó a rebelarse contra el gobierno faraónico con objeto de seguirle ciegamente, a un largo peregrinar por el desierto hasta que arribaran a la llamada tierra prometida, la cual para desgracia de todos, ya se encontraba habitada por una raza llamada cananeos (el error estratégico fue tan grande que aún hoy en día, continuamos padeciendo sus consecuencias[1]).

El mencionado recipiente era de madera recubierto con metal áureo y fue bautizado con el nombre de Arca de la Alianza, pues suponía la unión física y no sólo espiritual, entre una divinidad regente superior y una determinada etnia humana.

Este objeto ha sido catalogado, como uno de los más sagrados que ha poseído el colectivo judío. Su atractivo ha hecho que reyes, religiosos, militares, y actualmente investigadores de lo desconocido, lo traten como un botín codicioso y no es para menos, pues según la Biblia, tenía la facultad de transmitir los mandatos y comunicaciones del Dios bíblico a los hombres que la custodiaban. Además, al Arca de la Alianza, se le atribuían grandes prodigios y espeluznantes poderes, entre los cuales vemos su capacidad de matar a personas, o echar por tierra murallas empedradas, como sucedió en la ciudad de Jericó.

Ese poder destructor, despertó el deseo posesivo del canciller Adolf Hitler, pues sabía que además de servirle como una devastadora arma capaz de aniquilar ejércitos, podría usarla para sus propios entramados ocultistas, necesarios para dominar el mundo. Ni qué decir cabe que muchos cabalistas presos en los campos de exterminio, fueron “requisados” por las SS para así lograr un amplio conocimiento de ésta ciencia sagrada.

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